Concha Velasco (81 años) me produce una tremenda ternura. En estos días en los que aparece postrada en una silla, sin la vitalidad de su cuerpo pero con sus ojos llenos de luz reflejando el fulgor de lo que fue, es y será siempre, una estrella. Parece un guión en el que la actriz interpreta el papel de la mujer que camina hacia el infinito. Pero no, no es una escena del mejor de los guiones sino la realidad.
Concha, la artista, Concha la persona… creo que ha muerto a lo largo de su vida en varias ocasiones, una de ellas cuando “su Paco” la dejó, otra cuando “su Paco” falleció y ahora… cuando desde hace muy poquito sus indisposiciones físicas la obligaron a dejar otro de los grandes amores de su vida: el escenario.
Será dura esta nueva etapa, para una mujer que ha vivido poniendo el corazón y la valentía en cada uno de los contratiempos de su vida. Sí, cuesta verla mostrando una debilidad que siempre ha sido su secreto. Ella no se recluirá en la habitación de un hotel de lujo en París a vivir el ocaso de su vida y ocultar los estragos que el tiempo han causado en su belleza, como alguna actriz de Hollywood. Ella se ha mantenido firme y ha estado ahí arriba sobre el parquet del escenario, hasta ahora… demostrando su gran capacidad creativa.
En estos días no puedo dejar de pensar en su trayectoria vital. A lo largo de estos años nuestra “Chica Ye Ye” ha recibido homenajes, (para mí menos de los que se merecía), ha sido aplaudida, admirada… Pero, mientras eso sucedía, ella vivía un infierno porque su talón de Aquiles fue el desamor por parte de quien debería haberla apoyado, acompañado y admirado todos los días de su existencia. Pero, que a cambio la hundió en una decadencia emocional que arrastró durante años, cuando descubrió que habiendo depositado su confianza en quien era el amor de su vida, Paco Marsó este, le había hecho perder por sus malas gestiones, prácticamente todos sus bienes materiales. Aunque lo peor, seguro, fue la decepción…
La simpar Concha, la luminosa persona, sufrió engaños y mentiras, él dilapidó su patrimonio. La gran actriz, la bellísima persona se dio de bruces con la realidad porque vio cómo todo su esfuerzo de años se había quedado en nada, hasta el punto que tuvo que vender su chalet, para pagar un sinfín de deudas. Pero ella perdonó una y mil veces al amor que la perjudicó.
Desde entonces vivió un peregrinar incesante, pero siguió trabajando y defendiendo al hombre con el que durante un tiempo fue feliz y que ella quiso por encima de todas las cosas… y trabajando, trabajando, renació de sus cenizas.
Seguramente cuando anunciaron la separación su corazón se partió en mil pedazos, pero siguió demostrando al mundo que “la vida sigue igual”, como dice la canción de Julio Iglesias, y que por muy estrellas que seamos solo podemos esperar lo que nos depara el destino, que, sin ninguna duda, ha sido generoso con ella en el trabajo, con sus hijos, pero ¡hay el amor! ahí a Concha la gran señora del cine y del teatro español, le ha sido más esquivo.
Refugiándose en su vocación con su energía y fuerza superó a medias la decepción. Que triste debió de ser amar a una persona sin ser correspondido… Pero los sentimiento campan a sus anchas y no se pueden forzar, se tiene que aceptar la realidad aunque nos duela y echar mano de generosidad para seguir ayudando, protegiendo a esa persona que tanto daño nos hizo pero que queremos, a pesar de todo. Ella tiró de corazón y lo apoyó hasta el final.
Ahora que en vez de vivir en una mansión rodeada del lujos materiales que le habría correspondido por su talento, vivirá en una residencia, donde si las circunstancias lo permiten peregrinarán amigos para aportarle ese amor que se merece. Pero, yo estoy segura, que cuando Conchita piense en el amor romántico sólo existirá un nombre: Paco Marsó. Fotos: María José R
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