28 de abril de 2024

El cajón de Lady Pepa

Travel, Fashion, Beauty, Culture, Lifestyle… by María José Rasero

Barbie cumple 64 años monísima

La película Barbie sobre la muñeca más famosa del mundo se ha convertido en todo un fenómeno social, es como si acabara de aparecer en nuestras vidas. No solo ha conseguido ser una de las cintas más taquilleras del año sino vestir de rosa (color que se asocia a la alegría, inocencia, delicadeza, felicidad y a un amplio abanico de conceptos) a varias generaciones que jugaban de pequeñas con el icónico juguete

Barbie (1959) es el diminutivo de Barbara Millicent Roberts, natural de Wisconsin, es en realidad una mujer de 64 años de aspecto juvenil (supongo que la cirugía plástica habrá ayudado), miembro de una  familia feliz, Su padre se llamaba Eliot Handler y su mamá Ruth, también tiene hermanas y muchas amigas como Midge, algunas negras, latinas o entraditas en carne (porque Barbie no es racista ni discriminatoria).También tiene novio (un poco más joven que ella, que para eso es moderna) que se llama Ken (con el que nunca se casará) porque es el clásico hombre guapo y musculoso pero blando y convencional, al que nunca hizo un caso especial porque la estrella sexi e independiente es ella y Ken es solo Ken (Kenneth Carson). A ella le gustan hombres como Max Stell mucho más masculinos y potentes, porque a las mujeres nos gustan los morenazos, con cerebro o no, (para lo que los queremos que más da, tampoco hace falta que hablen mucho) pero, algunas veces, terminamos quedándonos con los buenos chicos convenientes y aburridos y nuestra vida se convierte en un desastre sin emoción.

La madre de Barbie la “descubrió” y adoptó en una tienda suiza. En realidad no a ella sino a otra muñeca-mujer llamada Lily, sexi, esbelta y de pechos prominentes, muy al gusto masculino alemán de la época (y de todos los tiempos). Le gustó la alemana y decidió que quería tener una “hija” como ella, aunque un poco más sofisticada.

Con el tiempo “Bárbara” se convirtió en una “mujer” de “gran personalidad” que ha ejercido multitud de oficios (con tantos años ha tenido tiempo para todo) como cirujana, militar, ejecutiva, esquiadora, médico, etc. hasta llegar a los casi 100 oficios porque en realidad, como nos pasa a los humanos muchas veces, no sabía hacia donde dirigir su camino, y por eso lo ha probado casi todo (porque “para descartar hay que probar” uno de mis lemas favoritos).

Como vivimos en un mundo donde siempre buscamos tres pies al gato, muchos la consideran reivindicativa porque teóricamente ha sido todo lo que ha querido ser y eso ha servido como ejemplo para mujeres de varias generaciones, que la han imitado y se han animado a ser algo más que madres. No sé, pero… No, no, no, para mi las cosas son más sencilla, Barbie, que vive en un entorno acomodado, no necesitaba pensar en su futuro, en realidad lo que le ha gustado siempre es cambiarse de ropa, así que acumula en su armario un vestuario de millones de piezas y complementos de ensueño, muchos realizados por los mejores diseñadores del mundo como Oscar de la Renta, Versace, Moschino, Dior, Balmain, YSL, etc. Además como buena “influencer”  es el alter ego de grandes diosas como Liz Taylor, Kate Perry, Heidi Klum, Jennifer López, Marilyn Monroe, Frida Khalo  y muchísimas más Y es que esta mujer-muñeca fue una avanzada a su época.

Ahora, casi en la tercera edad, es la estrella de su propia película y, como suele pasar, ya no es lo suficientemente perfecta, por eso es expulsada de Barbieland algo que le sirve para buscar respuesta a todas esas preguntas que nunca se había hecho… ¡Que cosas! 

La verdad es que muchas niñas no tuvimos en nuestra vida una Barbie, nos conformábamos con pequeños muñecos, a veces de trapo, a los que confeccionábamos vestidos, en mi caso, con telas de muestrarios de una tienda de tejidos donde trabajaba un familiar. La verdad es que por  entonces era toda una diseñadora.

Un día mi madre viajó a Zafra (una población de Extremadura) para una visita médica y en el escaparate de una tienda de juguetes descubrió un muñeco grande (para la época)  con unos inmensos ojos azules y una preciosa sonrisa en su rostro y se enamoró de él, y al mes siguiente, cuando volvió a la ciudad, pasó por la misma tienda y vio que el muñeco seguía allí. Mi madre que no tenía recursos (el muñeco era carísimo) decidió que con esa sonrisa tan linda a mi me iba a gustar y me lo compro. Nada más volver al pueblo se fue directamente a la modista que lo vistió con un trajecito rojo y chaquetita de cuadros combinada con blanco, con el que estaba guapísimo. En esa época no teníamos demasiados juguetes, así que esa sonrisa me ha acompañado a lo largo de mi vida y sigue estando ahí aunque con los colores un poco desvaídos pero la misma expresión cautivadora.

Siempre ocupó su lugar de rey de la casa, pero hubo un momento que casi perdió el trono porque en una de las visita que mi padre, emigrante en Alemania (cuando pienso en él no puedo evitar una sonrisa, porque mi padre era un “poco” sinvergüenza) se presentó en el pueblo con una muñeca gigante (1,40 cm. de altura) Una belleza de melena larga y rubia y unos grandes ojos azules, vestida con un espectacular vestido de gasa celeste como el de una princesa de cuento de hadas. Lógicamente fue la atracción del pueblo. Todos nos preguntábamos cómo mi padre tan comodón había podido cargar con la muñeca desde Alemania (con el trasbordo de trenes que eso implicaba) y solo lo pudimos atribuir a la cerveza, a la que mi padre se había aficionado por entonces (en el pueblo le daba al vinito pero había innovado; sobre los gustos y aficiones de mi padre escribiré otro post) porque, además, como era habitual en él, se presentó elegantísimo como si de un galán de Hollywood se tratara.

Así que durante meses, el muñeco de la sonrisa feliz pasó a un segundo plano y sólo teníamos ojos para la germana.

Pasado un año (mi padre aparecía y desaparecía como el Guadiana) volvió a visitarnos, y esta vez en su empeño por convertirnos en los niños más “originales” del pueblo, nos trajo ropa ¡Dios! Para mi hermano, un pantaloncito con peto de piel, que se aproximaba bastante a los trajes típicos, y a mi me “sorprendió” con un vestidito de gasa celeste, con topos blancos y volantes (casi como el de la muñeca gigante), y un gran escote barco (nunca supimos si era un disfraz de princesa teutona, un modelito de fiesta o sencillamente le había tocado en una tómbola, a la que también era aficionado). En fin, el “disfraz” formó parte de mi indumentaria durante bastante tiempo y mi madre me lo ponía en ocasiones especiales ¡horror! .

¿Qué pasó con la pepona gigante?  Pues que cuando emigramos a Cataluña ella nunca llegó. La explicación de mi madre no fue clara. Aunque si tenemos en cuenta que mi padre tenía una doble vida, supongo que la muñeca le recordaría el desastre y se deshizo de ella. Nunca lo supe, ni de mayor. Sin embargo, el encantador muñeco del que se había enamorado en su viaje a Zafra y que ni se aproximaba a la belleza de la alemana si viajó con nosotros y con los pocos enseres que pudo salvar con la mudanza a Cataluña. El “niño” aunque tiene muchos años, se conserva tan bien como Barbie, así que seguirá acompañándome siempre ya que fue un regalo que mi madre me hizo con tanta ilusión y esfuerzo.

El vestidito celeste fue el “uniforme” que me puso mi madre para asistir al primer día de colegio en la ciudad, porque era lo mejorcito que tenía. Ella no se planteó el estilo, ni si se ajustaba a la indumentaria de una niña de 10 años para ir a la escuela, así que las gasas, los topos, los volantes  y el inmenso escote barco, a través del cual enseñaba todo mi cuerpo me acompañaron ese día. Mis compañeras de cole me avisaban que se me “veia todo” y cuando regresé a casa le dije a mi madre que con ese atuendo como que no volvía a la escuela, así que me tuvo que apañar otro conjuntito para el día siguiente y fue un gran esfuerzo porque, la verdad es que tenía poco donde elegir.

Mi cariño por ese dichoso muñeco es infinito porque está asociado a una época difícil pero bonita, y casi sin quererlo lo he extrapolado a mis parejas y he querido tener a mi lado a personas que me despertaran ese tipo de amor, intenso, verdadero, que perdura en el tempo, sin importar sus virtudes o carencias… Difícil.

Años después tuve muchas Barbie. 

 

 

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