28 de marzo de 2024

El cajón de Lady Pepa

Travel, Fashion, Beauty, Culture, Lifestyle… by María José Rasero

¿Se puede ligar en la playa?

Me encanta ir a la playa… pero sola. No es que no me guste la compañía pero hubo un momento de mi vida, que me di cuenta que ir a la playa acompañada, es como vivir con alguien que no quieres … que chocas en la toalla por todas partes.

Pues lo que os decía que me gusta tomar el sol, pero solo boca arriba porque boca abajo nunca encuentro la postura, así que por delante estoy morenísima y por detrás blanquísima, vamos que soy como un tablero de ajedrez. Y no creáis …que posturas las he probado todas, incluso e intentado leer un libro interesantísimo, pensando que adentrándome en la historia podría hacerme con la posturita perfecta, pero terminé con dolor de cuello. También intenté jugar con el teléfono pero con tanto solazo no puedo ver con suficiente nitidez lo que hay en la puñetera pantalla, lo de escuchar música, pensaba yo, que sería la solución pero con lo alto que habla la gente a mi alrededor me tengo que poner auriculares y termino sorda. Además, otro problema es encontrar la posición correcta de la cabeza, para mi es como una misión imposible…porque si la pongo de lado termino con tortícolis, si la pongo de frente apoyándome en las toallas que me suelen hacer de almohada, como no deje un hueco estratégico para respirar me  asfixio… En fin, que con tantos inconvenientes siempre termino boca arriba… Bueno, soy humana y  hago excepciones y es cuando voy acompañada y me empiezan a hacer mimitos ¡Humm!… Ahí me gusta estar boca abajo todo el tiempo…. Porque aparte de lo romántico de la situación… miraditas por aquí… miraditas por… besitos por allá, etc. etc. etc. suelo estar a contraluz y se me ve monísima…

¡Que placer! Llegar a la arena y tirar una toalla que caiga de cualquiera manera, estirar las piernas y moverlas en todas las direcciones posibles, moverte y  moverte recorriendo la toalla, llenarla de arena, arrugarla, pringarte de arriba abajo con dos litros de aceite bronceador, no preocuparte del pelo, de si hay que mojarse o no, si el bikini es más o menos coqueto, si la luz cenital nos remarca esos defectos que tratamos de ocultar cuando vamos acompañados. En fin, pura libertad…. Pero tampoco nos engañemos porque  en estas condiciones tienes que ser un monumento nacional para que alguien te eche una miradita,  así que te conviertes en invisible (que es lo que quieres ser cuando con esas pintas te encuentras con  alguien conocido, y ahí quieres hacer un agujero en la arena como un  avestruz cualquiera escondiendo sus huevos, y que no nos reconozcan). Otra cosa interesante es que al estar en silencio nos permite curiosear las situaciones y escuchar las conversaciones que se dan a nuestro alrededor en las que muchas veces dan ganas de intervenir.

Pero, cuando el diablo no tiene nada que hacer con el rabo mata moscas, y después de cargárselas todas y aburrirse un buen rato piensa que…¡Uff! pensar también es lo suyo cansado con el calor que hace. En esas estaba cuando me dio por pensar en lo difícil que tenia que ser ligar en la playa “now”, porque mirando a mi alrededor la mayoría de “contrincantes”  estaban parapetados detrás de sus auriculares, jugando con el teléfono otros hablando o sencillamente tumbados con los ojos cerrados, y los menos sintiéndose vigilantes de la playa por unas horas y tratando de lucir una incipiente tableta de chocolate que creen tener y potencian metiendo estómago. Por supuesto todos andan por la orilla en plan Jason Momoa (me gusta más que David Hasselhof) con su tableta supera a cuestas… Estos chicos son el antimorbo.

 

Entonces pensé ¡ya está! La gente se relaciona en las tumbonas y se me ocurrió que el próximo día que fuera a la playa iba a alquilar una tumbona, aunque me tuviera que “arreglar” para ver si ese era el lugar donde la gente se “conecta”, por aquello de que encima de una tumbona no comes arena y puedes desplegar todo el manual de postureo.

Efectivamente, al día siguiente aparecí monísima de la muerte, perfectamente conjuntada, bikini blanco, (porque sabéis que me gusta el blanco y el rojo) y me planté en la primera línea de hamacas, dispuesta a sentarme al lado de algún “hombre” que me resultara atractivo… Ya puestos.

Primer problema, había cero hombres atractivos pero, como tenia que decidirme vi por allí  a uno que tenia un aspecto pasable y me dije:  “Ese”. Busqué una hamaca  vacía y antes de que el hamaquero se pudiera dar cuenta metí la tumbona con calzador en un hueco que había… ¡que casualidad! al lado del “elegido”.  Me costó lo mío, era casi imposible, pero yo con toda la amabilidad y la mejor de mis sonrisas le pedí al “elegido” que me hiciera un huequito. La cara con la que miró no daba mucho pie a ligoteo pero yo pensé  (tirando de refranero): “Da lo mismo, torres más altas han caído” .

En ese momento aparece el hamaquero: “Oiga señora, que aquí no se puede quedar porque sale mucho la hamaca de la línea” y yo: “Pues lo siento, pero yo de aquí no me muevo es el único hueco que me gusta (y de paso le guiñaba el ojo e inclinaba la cabeza para que entendiera por lo que me quería quedar allí). Pero nada que no entendía nada Y el mosqueo del hombre iba en aumento, yo le miraba coqueta, y él todavía me odiaba más, le estaba destruyendo su obra de arte en línea…y después de discutir un rato he intentar ubicarme en otro lugar, decidió dejarme allí por pesada… Eso sí, me sugirió con bastante rintintin que el próximo día, si quería primera línea hamaquera madrugara un poquito más. Y yo:  “¡Ah, vale, guapo! Y, encima me hizo pagar por adelantado, porque yo creo que pensó, esta loca se va sin amortizar. Me ofendí muchísimo, no creáis.

¡Por fin! Estiro mi preciosa toalla roja y después de esparcir por la lona todo el despliegue de  bronceadores, espejo, peines y todo tipo de artilugios para mantenerme “perfecta” durante la sesión playera, me desparramo en la lona, no sin antes mirarme al espejo cual madrastra de Blancanieves, y pedirle me confirme que efectivamente “soy la más bella de las tumbonas”. Lanzo un suspiro de alivio porque, por fin, estoy instalada. Pero me doy cuenta que lo único que podía ver del “elegido” eran sus pies, los tenía a la altura de mi cara, porque al meter la hamaca con tantas prisas y esfuerzo no calculé las distancias, así que pensé: “Esto empieza muy mal”.

 

Pero, no podía fracasar en mi teórico experimento profesional, de ver si se ligaba en las tumbonas, así que giro la cabeza con mucho trabajo, porque la suya quedaba como a un metro y medio  de la mía, y como no sabia como empezar la conversación y tampoco era cuestión de preguntarle ¡Oye! ¿Tú estudias o trabajas? (que ya no se lleva, y una está en el mundo, corría el riesgo de que me mandara  a la porra, porque a esa hora y en un día laborable, todo apuntaba a que estaba en paro).

Bueno, pues después de darle unas vueltas di con la solución le iba a preguntar la hora (ahí me di cuenta de la poca practica que tengo llevando la iniciativa a la hora de relacionarme, ninguna, ninguna,  y es que no práctico porque a mi me gusta que el hombre lleve la iniciativa, aunque se lo ponga fácil). Pero… ¿la hora? si acabo de llegar  y me ha visto trajinando con el móvil… No, no servía como excusa, así que no encontraba la manera de entrarle hasta que  por fin me viene la inspiración divina y va y le digo:  “Oye, ¿tu tienes redes sociales?” (en la actualidad todo el mundo se maneja con alguna red social) y poniendo cara de sorpresa y de acordarse de algún familiar mío, porque no paraba de molestarle… me contesta que no. Y yo…”¡Madre mía! no es posible… Debe de ser el único humano que en la actualidad no tiene una red social). Esto del ligoteo no es lo mío, pensé, así que desisto. Y me puse a tomar el sol de frente, para no perder la costumbre y… de pronto oigo que el “guapito” se dirige a mí y me dice: “¡Oye! Que no tengo redes pero tengo una página web.”¡Ah! pues que bien, porque yo también tengo una, así que ya tenemos algo en común…” Y le pregunto si era influencer y él me responde: “No. Soy gigoló”. Bueno  hasta aquí podíamos llegar … pensé ¡Vaya ojo! De toda la gente de la playa y he ido a vérmelas con un gigoló y encima tirando a feo.

Lo miro y pienso hasta qué punto hay mujeres y hombres desesperados para pagar a semejante espécimen… pero sobre gustos y necesidades no hay nada escrito, y yo soy muy respetuosa con las opciones de los demás. Así que mis segundos de silencio le dieron pie a explicarme (era muy locuaz el chjco, supongo que por deformación profesional) cómo había llegado a elegir esa profesión,  y por supuesto para enterarme de sus tarifas… que todas terminaban en 99 como las rebajas, y como según él le caía muy bien, se ofreció a hacerme un “regalito”, y yo le dije que se lo hiciera a su madre. Además de comunicarle que como él, a mi me sobraban como doscientos y la mayoría los cedía.

Se disculpó y apuntó ya de broma: “Bueno, si te lo piensas la primera vez te lo hago gratis, pero si repites te hago descuento, porque tampoco está el negocio para andar regalando cosas”. En eso coincidimos.

Seguí mandándolo por ahí… Pero, después de enfadarme solo un poquito, porque el chico tenía gracia, y también por deformación profesional, le pedí me explicara anécdotas de su “trabajo” y ahí sí, ahí  “ligue” porque nos hicimos amigos y me lo pase bomba con sus aventuras.

A nuestro lado había un hombre madurito casi más atractivo que el gigoló, que se lo estaba pasando de lo mejor con nuestra conversación y decidió intervenir dispuestísimo a que si  yo quería, él también me explicaba sus aventuras, y de paso podíamos vivir algunas…

Y yo toda digna le contesto: “No cruces la raya que te plantifico una demanda por acoso…”. Y el hombre me dice: “Hay que ver el daño que ha hecho Irene Montero”. Y yo le respondo:  No te preocupes, para mi no existe, era para asustarte… y me gustan los hombres con iniciativa. A ver sigue…

Así que… ¡Atención chicas!.  Sí, se puede ligar en la playa y si no divertirse…

 

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