29 de abril de 2024

El cajón de Lady Pepa

Travel, Fashion, Beauty, Culture, Lifestyle… by María José Rasero

Procesiones y peregrinaciones, lo importante acompañar al Maestro

Miradas de aparente tristeza, mohines de supuesta pena, expresiones de aparente bondad, son los gestos que se pueden observar en los rostros de las personas que pululan alrededor de las procesiones de Semana Santa, y una actitud parecida vemos en las peregrinaciones a lugares marianos. 

Seres humanos que se muestran como si fueran los protagonistas de una obra de teatro, en este caso, con una escenografía de encapuchados en medio de un silencio sepulcral que rompe de vez en cuando la música de los tambores. Entre ese grupo de malos actores hay gente buena, a quienes le brillan los ojos de emoción, que sienten, creen y se comportan como se espera de un buen ser humano.

Así, que yo que este año, por primera vez en lustros, he estado ahí presenciando un Vía Crucis que ha reproducido, por medio de pasos, los momentos vividos por Jesús de Nazaret desde que fue arrestado hasta su crucifixión, sepultura, y posterior resurrección, llevados a hombros por cofrades. Ha sido en una población que no es especialmente religiosa, pero donde un grupo de emigrantes, que ahora viven en una tierra que no es la suya y gracias a su empeño en salvaguardar las tradiciones, han querido reproducir lo que vivían en sus lugares de origen. ¡Que bonito! y es que donde manda el corazón…

Solo han faltado las saetas, porque la verdad, (la música de la sardana, como que no pega) para sentir que estábamos en cualquier rincón de la España más devota.

Curioso el ambiente de una procesión donde compiten dos energías contrapuestas: la de la fe y oración y la de fiesta, curiosidad y un poco de confusión.  Pero, todos luchando contra nuestros demonios y, aún así, acompañando al Maestro.

Por un momento he vuelto a mi niñez, cuando antes de que “renegara” de la iglesia, mi madre (que era más bien atea) me llevaba a ver alguna procesión en esos días donde el espíritu más piadoso se apodera de los más escépticos. Tenía muy pocos años la última vez que viví una experiencia tan emotiva y que apenas recordaba… 

Me ha venido a la memoria una noche, donde no acompañaba el tiempo (hacía un frío del diablo), en mi pueblo de Extremadura, y va y a mi madre le da por llevarme a una procesión porque, según ella, pasaba cerca de casa. Era Viernes Santo, de eso me acuerdo porque me dijo que a Jesús ya lo habían crucificado y al paso del Cristo muerto alguien cantó una saeta, y miro a mi madre no creyente y la veo llorando como una Magdalena, y yo con un nudo en la garganta, pensaba: “Pero no dice que no cree en las procesiones”. Aunque hasta el menos creyente en momentos de bajón, tira de Dios, por si acaso… Y es que mi madre tenía un marido… o sea mi padre.

A mi esta Semana Santa me pilla en una etapa de mi vida donde no confío en nadie, pero sí en Dios, que es en el único ser en quien deberíamos creer seamos de la religión que seamos, y además, tener un poco de fe en ese “hombre” es gratis. 

Así que los que estéis en momentos donde las circunstancias vitales os hayan convertido en incrédulos, y no tengáis el cuerpo para ver “pasos”, pues ahora, como ya ha pasado la semanita, y que a muchos se les ha apaciaguado el fervor, acercaros a cualquier iglesia, porque en todas hay algún santo por allí expuesto y las tallas son puro arte, además detrás de esas imágenes, hay mucho más de lo que vemos con los ojos.

¿Y Dios? Pues después de resucitar, (porque lo de morir por nosotros no le ha servido para mucho), pues anda por ahí el pobre, eso sí, renovado, y seguramente, pensando:  “Esto no lo repito, no se lo merecen”… Y me imagino que cavilando algún castigo divino selectivo (digo yo), porque según los precedentes, cuando se cabrea tira de inundar la tierra, envía unas cuantas plagas, eso si no le da por quemar todo un pueblo o cargarse a los primogénitos… Es que es así de ocurrente, (a mi me gusta por eso, porque admiro la creatividad en las personas, aunque hagan barrabasadas). ¡Ya! Sé que nos merecemos los tormentos, pero hasta que lleguemos al infierno, Jesús, enróllate y damos un respiro, hombre…

Bueno, tú y yo hablamos antes… Por lo que ya sabes (e  igual te convenzo para que me liberes del fuego eterno), porque tanto calor no es para mí… y menos si es para siempre

 

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