20 de mayo de 2025

El cajón de Lady Pepa

Travel, Fashion, Beauty, Culture, Lifestyle… by María José Rasero

La misión ha sido cumplida. «Dios ha resucitado, tengamos esperanza»

En estos días de Semana Santa que conmemoramos la muerte de Jesús, en una época donde la mayoría de personas son pendencieras, donde la venganza, la injusticia la corrupción está a la orden del día, resulta chocante el sufrimiento al que se sometió el Hijo de Dios por nosotros, y que aun pudiendo fulminar a los que le torturaban, se pusiera en sus manos, obedeciendo a su Padre, para expiar nuestros pecados. 

Pero… No parece que su sacrificio sirviera de algo, no parece que merezcamos ser salvados. Ese ejemplo de humildad, ese conformarse a los desprecios, las burlas, la tortura, la muerte que le infringieron unos seres inferiores, que su padre había creado, y que destruyeron su cuerpo, no nos ha hecho ninguna mella.

Seguir las enseñanzas de Jesús, ¡que difícil!  Si. tuviéramos la capacidad de aplicarlas convertiríamos al mundo en un paraíso, ese paraíso que fue antes de que la serpiente tentara a Eva (las mujeres somos así, nos dejamos “tentar” en cuanto alguien nos calienta un poco el oído), y ella a su vez  a Adán (se entiende porque Dios hizo una Eva perfecta, (ahí Dios creo que se equivocó), porque el pobre Adán no pudo resistirse). Y, pasó lo que tenía que pasar, que fueron expulsados del paraíso y convertidos en vulgares humanos que, como herencia, nos dejaron un súper pecado,  eso sí, «original». Para enterarnos de todo lo que vino después (por culpa de un hombre sin personalidad), hay que leer la Biblia.

Sin embargo, ahora, el contenido de las Sagradas Escrituras se percibe casi como un cuento y los Diez Mandamientos algo que hay que cuestionar, porque ¿quién en Dios para decirnos lo que tenemos que hacer o no hacer?.

Seguimos consignas de infinidad de organizaciones o partidos políticos, y creemos tener una basta cultura por leer novelones insustanciales o libros que nos ofrecen montones de consejos de cómo tenemos que vivir la vida. Vemos programas de televisión donde opinan cuatro eruditos del colchón, cuyo único mérito ha sido encamarse o escribir las memorias de cualquier personaje más o menos conocido. Y sin ningún tipo de ambages se permiten decirnos cómo ser felices sugiriendo  fórmulas variopintas, sobre cualquier tema, que nos llevan a creer que si las adoptamos seremos más guays. 

Todos esos mensajes nos manipulan y somos conscientes de ello, pero no nos importa, porque tendemos a seguir la tónica general para no dejar de formar parte del rebaño.

La religión, para muchos, es algo obsoleto, creer en un ser superior que nos puede liberar de nuestras miserias es para muchos ridículo, y los que creen, hacen como el apóstol  Pedro, que siempre lo negarán, tres o tres millones de veces, porque se avergüenzan de reconocer la existencia de Dios, quizás porque nos hace parecer débiles, o porque tener fe es tener confianza y tener confianza es tener esperanza en lo que no podemos ver… y queda un poco «raro».  

Así que podemos elegir cómo queremos vivir nuestra existencia si inmersos en la luz o en la oscuridad, ambos elementos forman parte de lo que somos ¿Hacia donde decantarse? Allá cada uno. 

El cine, a veces nos responde con películas que son un reflejo de nuestros miedos, nuestras faltas de respeto hacia la manera de ser de los otros y más. Un título que, para mi, transmite oscuridad es “El nombre de la rosa” que habla de una serie de crímenes misteriosos que se cometen en una abadía a manos de un bibliotecario ciego, que no podía soportar oír la risa de cualquiera de sus miembros mientras ojeaba un libro de Aristóteles que versaba sobre la comedia. El, asociaba la risa a ir en contra de la fe religiosa y la autoridad.

La luz está representada por otro clásico del cine que es una perfecta historia de amor: “La bella y la bestia” que narra cómo una preciosa jovencita pobre y generosa, se sacrifica por rescatar a su padre y es hecha prisionera por Bestia y confinada en un castillo ruinoso, pero el tiempo hace que se enamore del espíritu y de la sensibilidad de ese ser monstruoso, aun siendo pretendida por el rico y guapo del lugar. Un ejemplo de que la auténtica belleza está en el interior y que deberíamos luchar siempre por lo que creemos.

En estos días de Semana Santa sentimos cómo Él se sacrificó. Nosotros, a veces,  también sacrificamos facetas de nuestra personalidad para no tener que apartar de nuestras vidas a personas que queremos, pero que con su actitud nos crean desasosiego, quizás porque no pueden o no quieren ofrecer nada de sí mismos.

Encontramos en nuestro camino a personas aparentemente encantadoras, que con su aptitud nos generan confianza y sin darnos cuentas nos apoyamos en sus hombros, en momentos que vivimos en estado de caos, donde tenemos que tirar de todas esa fuerza que nos da Dios, para después darnos cuenta de que nos hemos equivocado.

Cuando, por fin recuperamos la lucidez, nos tenemos que defender de esa gente inadecuada para nosotros que aprovecha esas situaciones para defraudar de manera tangible y emocional pero, lo peor, es ver que todos esos seres humanos que presumen de estar cerca de Dios son los que más traicionan, porque dan a entender, no con lo que hacen (que no siempre podemos comprobar), sino con lo que dicen, que son fiables.

 

Hay gente que le cuesta comprender las diferencias (como en «El nombre de la rosa»), que otras personas, aun en momentos de tristezas, sean capaces de reír, saquen fuerzas de flaqueza y decidan tirar para adelante, con la convicción de que nada en indefinido, ni las alegrías ni las tristezas, ahí podemos ser tachados de tener pájaros en la cabeza.

Muchos pensarán que para herir a las personas, hay que insultarlas, levantar la voz, algunos lo hacen, pero no es necesario, se puede hacer mucho daño de una manera sutil, elegante. Hay gente que utiliza desde palabras de cariño a miradas de desaprobación que harían palidecer al mismísimo Satanás.

En ocasiones coincidimos con criaturas que simulan tener una vida  perfecta, donde todo está medido al milímetros, en aparente calma, paz, armonía, un cuadro perfecto como si perteneciera a una obra de teatro pero que, como nos pasa a todos,  esconden, inseguridades, miedos, frustraciones, algo con lo que todos luchamos. En ocasiones,  nos reflejamos en otros como si fueran un espejo, y eso hace que tomemos conciencia de nuestro auténtico yo.  Y, nos llevarnos sorpresas, porque todos tenemos muy buena opinión de nosotros mismos.

Como nos ha demostrado Jesús con su Resurrección, después de las tinieblas aparece la luz, que nos da la oportunidad de renacer y aprovechar las muchas oportunidades que Él nos ofrece.

Otra opción es meterse en un caparazón donde nadie tiene cabida, no abrir nunca las puertas ni de nuestra casa ni de nuestro corazón para no ver otras realidades diferentes que nos pueden torcer una de las líneas de nuestra perfecta cuadrícula.

Son opciones. Lo importante es ser felices, cada uno con su circunstancia.

¡Feliz Pascua! «Dios ha resucitado, tengamos esperanza»

 

 

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Maria José Rasero periodista
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