No he podido evitarlo. En medio de esta mudanza que me absorbe, en medio de esta mudanza que me anula, que me ha obligado a un pequeño impasse en mi vida, no he podido eludir ver la entrevista que han concedido el ex torero Enrique Ponce y la estudiante Ana Soria en El Hormiguero en Antena 3.
El ex diestro, amigo del presentador Pablo Motos, se ha mostrado con la seguridad y naturalidad que da torear en plaza amiga, sabiendo que no le van a jugar ninguna mala pasada haciéndole las preguntas que le haríamos la gente de a pié. En ese “ruedo” se ha mostrado cómo es, un tipo simpático, un madurito que se conserva bien (bueno el injerto de pelo se le notaba un poco), con “posibles” así que socialmente “puede” tener una novia casi de la misma edad que su hija.
Una entrevista edulcorada hasta decir basta, donde ambos han repasado su historia de amor y donde Ponce en un arranque de sinceridad ha confesado al mundo, dando la fecha exacta de cuando se conocieron (cosa de los sagitarios y su espontaneidad) y confirmando, sin querer, como durante tres años ha alternado, supuestamente (esta palabrita tiene guasa), dos relaciones la de feliz marido con dos hijos y la de amante romántico con su nueva pareja.
Parece que le costó, pero al final se decantó por la jovencita (porque bellísima también es su ex Paloma Cuevas) estudiante, cosas que suelen pasar después de 25 años de matrimonio donde queramos o no la relación se convierte en rutina, donde la cotidianidad por muy perfecta que sea da paso al aburrimiento.
Quién está libre de descubrir a alguien, mirarle a los ojos y enamorarse, eso pasa y puede ser perfecto. Pero, aunque sea difícil, es mejor explicárselo a tu pareja cuando sucede y hacer las cosas bien por muy dolorosas que sean, siempre es mejor apostar por la sinceridad que por la traición.
No seré yo quien se cargue una historia de amor, ni tampoco pondré peros a la diferencia de edad entre ambos, ya que he tenido parejas más jóvenes que yo sin buscarlo y he apostado por ellas, priorizando (y lo seguiré haciendo) el amor ante cualquier circunstancia.
Pero, sí creo en la igualdad de oportunidades, de trato y de empatía, y hoy reivindico que todos esos carcas retrógrados que han criticado a Shakira por ser 10 años mayor que Piqué justificando la traición del jugador o los que destruyen a Tamara Falcó, porque ha perdonado la infidelidad de Iñigo Onieva (8 años más joven que ella). Y, en otro ámbito, los que critican a Ana Obregón por tener una “nieta” a los 68 años (en circunstancias especiales), pero no a Robert de Niro por tener un hijo a los 79 años… Y voy a parar porque la lista sería interminable. Sí, todos vosotros los que sois tan destructivos con las emociones o las decisiones de los demás, a los que os encanta juzgar, solicito que os “retratéis” y pongáis a “parir” exactamente igual que habéis hecho con los personajes mencionados anteriormente, a esta pareja y no os centréis solo en la fecha en que empezó a ser infiel a su mujer, algo que a muchos hasta le parece “divertido”. Quiero ver comentarios sobre la diferencia de edad, porque he leído poco o nada al respecto, da la impresión que el atractivo de la chica justifica la acción o será (quiero ser optimista) que vais aprendiendo a “respetar”.
La entrevista ha dado para mucho, porque la “niña” se ha quejado del trato que le ha dado la prensa, y por ello ha ido a El Hormiguero “a que me conozcan” , es decir, que una entrevista apañada donde no se te puede preguntar nada que no esté pactado, donde tu novio Enrique ha aparecido como un hombre sin pasado ni profesional ni personal (cosa extraña a los 52 años, de ellos: 35 dedicados a los toros, 25 años casado y dos hijos), es una manera perfecta de que la gente te conozca… Y, como la prensa, según tu te ha maltratado, vas a un programa de máxima audiencia para que a partir de ahora no te vuelvan a molestar ¡Madre mía!
Y todos estos movimientos después de hacer terapia… Si es lo que yo digo que lo de la psicología en España (como tantas cosas) no la llevamos bien.
En fin… Lo que hemos visto, que ya sabíamos, es que eres guapísima, que Enrique come de tu mano y que en esa relación mandas tú.
Aunque para mí… ¡Que viva el amor!
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