Carlos Mazón presiente de la Comunidad Valencia ha dimitido
El otro día, en el funeral de Estado por las víctimas de la DANA, cuando Carlos Mazón fue tachado de asesino y cuando vi su rostro, supe -y creo que no fui la única- que acabaría dimitiendo. Porque a las buenas personas se las reconoce, se las adivina, incluso en silencio.
Dimitir de un cargo político, con todo lo que ello implica, no es fácil. Supone aceptar que quizás no todo se ha hecho bien, que las circunstancias no fueron tan favorables ni tan sencillas como se presuponía. Y, sin embargo, dimitir no siempre significa culpabilidad o fracaso. A veces, las cosas no son blancas o negras: tienen matices, muchos matices.
Por eso, felicidades, Carlos Mazón, por demostrar que eres una buena persona, con conciencia personal y política, aunque hayas cometido errores —que no siempre dependían solo de ti—. La gente buena ya lo sabía, por eso te eligió. Aun así, cuando la tragedia golpea, hay quienes necesitan buscar culpables para poder sobrellevar el dolor. Ojalá quien te llamó asesino no fuera socialista, porque si lo fuera, debería pedirle a su propio líder que hiciera lo mismo que tú: dimitir.
Eso es precisamente lo que muchos españoles llevan años pidiendo, que asuma sus errores y deje paso a otros. Que se mire al espejo, y no solo para comprobar si el maquillaje está bien antes de una comparecencia. Que sus socios se avergüencen de mantener en el poder, aunque sea por dinero o conveniencia, a alguien que encabeza un gobierno donde las presuntas corruptelas parece campar a sus anchas. No hace falta ser del PP, ni de Vox, ni siquiera del PSOE, para sentir vergüenza de un líder incapaz de reconocer sus errores y apartarse.
Este país necesita un gobierno que resuelva los problemas de la gente, no uno que los agrave o los utilice para dividirnos. Tal vez, algún día, quienes hoy sostienen este gobierno por interés o ego decidan actuar con la misma coherencia y humanidad que tú, Carlos Mazón, y se despidan con un discurso tan digno como el tuyo.
Ánimo, Sánchez, ánimo, Puigdemont, ánimo, Yolanda Díaz y tantos otros. Despídanse, y los admiraremos como personas y como políticos. Porque, al final, no importa lo bien que quedemos en la foto ni cuántos conjuntitos de marca tengamos, en el armario, sino cuánta capacidad tenemos para reconocer nuestros errores y pedir perdón.
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